Del Homo Faber Al Homo Tecnologicus
La mano vacante también es atravesada por cambios en su función, abandonó los viejos oficios y las obsoletas materias primas con las cuales elaboraba los objetos de nuestra cotidianidad: teñir, tejer, pintar, esculpir, tallar, escribir, bordar, estampar, sembrar, coser, dibujar, entre miles más.
La mano como herramienta manufacturera ha llegado a sus últimos días, abriendo paso a la era digital, a la inteligencia artificial, donde no cumple ninguna función y comienza un nuevo camino, una era pasiva, sin habilidades, sin destrezas, para limitarse solamente a deslizarse por las pantallas de artefactos tecnológicos, en una sensual, amorosa, fría y vacía relación mercantil.
Los oficios ancestrales han venido viajando en el tiempo de la mano del hombre, como luz y guía. Si él mismo devino en máquina, sus creaciones también devienen artificio y tecnología; los oficios van de la mano a la máquina, dando fin a la era de la manufactura.
A pesar de la intención e imposición de La tecnología como sustituto de la experiencia vital, el oficio, lo hecho a mano, siempre cumple una función reparadora, enriquece la vida, es inherente a ésta porque asocia mano, pensamiento y corazón.
Es un momento crítico y muy oportuno para cuestionar el abuso de las tecnologías y hasta dónde queremos cambiar nuestra experiencia de vida por la inerte experiencia tecnológica.
El oficio artesano permite el crecimiento humano y no el crecimiento económico de un sistema enfermo y destructivo que acumula sin sentido y sin medida, restaura las economías comunitarias y debilita la economía globalizada, rescata la cultura propia y previene contra los efectos altamente destructivos de la imposición cultural hegemónica, protege la expresión y la identidad de los pueblos de los efectos nocivos de la homogenización y la estandarización de la aldea global, desarrolla el pensamiento creativo y el pensamiento crítico.