Del Homo Faber Al Homo Tecnologicus

El oficio es lo que sale del alma humana, es lo que pasa por su mano, lo que tiene su calor, su esencia, su sensibilidad, su sabiduría, sus alegrías y tristezas, el logro de sus metas, el color del sol, el aroma de la tierra; en síntesis, el alma y la vida puesta en los objetos de nuestra cotidianidad. Pero hace tiempo ya La vida de los objetos expiró para siempre y entonces, nos llenamos de basura, fealdad y frialdad, emisiones de humo y gas, hambre y miseria, tristeza, soledad, frustración, crueldad, vacío del ser, la muerte de la especie y su dignidad. Porque el oficio simplemente es tarea de humanos.

Nuestro patrimonio textil está conformado por miles de técnicas y prácticas manuales donde el goce prevalece; abarcan desde la siembra, el cultivo y la cosecha, la elaboración de la fibra, el hilo, el tejido con agujas, el tejido en telar, el bordado, el teñido, el estampado, la costura y demás procesos experimentales, hasta el acabado final de la prenda.

“En la cosmogonía de los pueblos ancestrales, los saberes y los objetos propios de su cultura, son para vivir con ellos y no para vivir de ellos” como propone el mercado. (Cosmogonía Maya)

Reminiscencia por una sabiduría ancestral que ya se ha ido, aferrados a un pasado sin futuro, donde los ritmos eran lentos y la forma de producción en armonía con la naturaleza; aunque esto nunca apaciguo el espíritu del hombre; quizá sea esa inquietud en su espíritu, lo que nos ha llevado al “desarrollo” tecnológico de hoy. Un desarrollo autodestructivo, porque en el afán por superar y mejorar todo lo anterior, hemos sido superados por nuestros propios inventos e innovaciones; dejamos de ser un fin para convertirnos en un medio tecnológico, en un aparato más que sólo sirve para consumir y ser consumido.

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