Cuerpo en Construcción
La esencia abre sus ojos… y grita… se siente fuera de lugar… choca contra un medio hostil a su naturaleza, que es de por sí perfecta y completa, en esos momentos la dualidad no existe, somos completos, una unidad conformada por la materia y el espíritu… sólo que unos segundos después comienza a hacerse realidad, a concretarse la dualidad. Comenzamos a sentir, y esto nos confunde… nuestros sentidos comienzan a ser bombardeados por información que nuestros cerebros deben comenzar a interpretar. Pero ¿Cómo? ¿Cómo clasificar algo que es nuevo para mi ser, energía pura que debe comenzar a materializarse ya no en un organismo biológico aislado, sino en una compleja relación que durará toda nuestra existencia material, y que nos determinará como sujetos, como individuos… la individualización del sujeto, primer proceso complejo que afronta nuestra nueva dualidad… allí comenzamos a ser incompletos, a ser diseccionados en nuestra totalidad, dicotomía que, a pesar de todo, nutre nuestro proceso personal como seres. Entonces nuestros cerebros, (complejas estructuras materiales que albergan lo metafísico, nuestro pensamiento, eso que flota por entre las hendiduras carnosas que procesan y almacenan datos sensoriales) comienzan a construir nuestro entorno, nuestra realidad… pero antes de esto, debemos crear la conciencia, no ya la primigenia, la pura e inmutable, sino nuestra nueva conciencia, que debe tener en cuenta lo que existe fuera de ella… la relación del afuera con el adentro… y es de afuera hacia adentro que comenzamos a construirnos como seres humanos. Pero, ¿cómo iba a ser de otra manera? si nuestros ojos, nuestras manos, nuestra piel, nuestra nariz, nuestros oídos, nuestra boca, son bombardeados desde nuestra primera inhalación… choque traumático que nos sacude en nuestro interior, y todo nuestro ser se estremece, apabullado por tantas sensaciones que nos exigen comenzar a percibir… violentación ontológica, sacudida existencial, primer trauma asimilado por nuestra naciente personalidad, aquella que condicionará nuestra nueva existencia dual, conflicto permanente y perpetuo de la humanidad…¿Qué es esto que soy ahora? El niño que comienza a existir debe enfrentarse a esta pregunta fundamental, que no resolverá sino con su última exhalación, cuando vuelva a integrarse al todo… pero en ese momento, la angustia aprisiona a ese ser que se hace por primera vez esa pregunta; allí comienza nuestra construcción psíquica, la de nuestro cuerpo, primer objeto con el cual debemos entablar una relación, que casi siempre no es armoniosa… nos convertimos en ese momento en sujetos-objetos que deben definirse como uno o como otro, dependiendo si observamos o somos observados… aunque analizándolo bien, siempre seremos objetos, porque hasta ante nuestros propios ojos, somos un cuerpo-objeto que encapsula a nuestro ser, quien deberá reconciliarse con ese objeto que le permitirá expresarse y existir en este espacio-tiempo. Relación de amor-odio, nuevamente la dualidad omnipresente, la que nos define como seres humanos espacio-temporales. Pasa entonces a convertirse esa construcción biológica inicial en una construcción psíquica complejísima, muchas veces fallida o incompleta.