Ensayos para evitar ahorcamientos
Eso de pensar con el estómago, siempre nos arrastra como condenados, siempre vamos detrás de la cadena convertida en una extensión del tubo digestivo, ese miedo ancestral al hambre siempre nos roba el sueño, siempre nos doblega.
Durante el encierro empecé a mirar la condición del artista en la pandemia, la destrucción de los espacios de pensamiento, la supresión de todo su ecosistema y la reducción del Arte a la herramienta tecnológica y a la circulación en redes sociales. Comencé a ver documentales sobre la vida de los artistas para descansar el pensamiento, relajar los músculos, aflojar los dientes, en fin, para tranquilizar el espíritu. Pero sobre todo para no perder de vista al creador que me habita, para no dejarlo sucumbir ante la amenaza y la opresión, para llenarlo de esperanzas y conectarlo de nuevo al plasma que lo activa.
Empecé con el Impresionismo; ante la ansiedad por el encierro pensé en el paisaje, buen tema me dije, vamos primero con la vida de van Gogh, por lo tanto, fue un final de tarde muy triste, recordé lo miserable del oficio en un mundo que desprecia lo hecho a mano, pero al día siguiente para repararme, busqué a Monet y no me fue muy bien, entonces, busqué a Renoir y tampoco, hoy será un día mejor, me dije, Toulouse Lautrec, triste final. El artista rechazado y el arte parecía pues la obra del marchand.
Así que, me fui al accionismo vienés, el drama y la tragedia del arte y el artista en las sociedades policivas, un arte y un artista viscerales, donde el cuerpo se niega a la representación y salta del cuadro a la dura realidad, se confunde la pintura con las tripas, con el vómito y la sangre, todos los límites del arte se desdibujan, ahora el cuadro no es la obra de un artista, sino que el artista mismo y sus detritus son la obra; la forma más violenta y elegante en la historia del arte de salir del museo y patear al marchand. Aunque ya el dadaísmo con el orinal de Marcel Duchamp había iniciado; sin embargo, tanto el Museo como el marchand con astucia maliciosa se reacomodan y se vuelven a instalar en primera fila, avizorando las penurias económicas que agobian al artista.